jueves, 10 de noviembre de 2016

RESEÑA DE ALBERTO TORÉS, APARECIDA EN LA REVISTA SUR. REVISTA DE LITERATURA, SOBRE EL LIBRO LAS EDADES DEL ALMA DE PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ
http://www.sur-revista-de-literatura.com/Index9.html (enlace a la revista Sur. Revista de Literatura)
Las edades del alma de Paloma Fernández Gomá
Reseña de Albert Torés García. Paloma Fernández Gomá Las edades del alma, Ediciones Torremozas, Madrid, 2016.

 Este nuevo poemario de Paloma Fernández Gomá podría considerarse como una muestra fehaciente de lo que se conoce como el humanismo solidario, en la consideración de la labor del escritor consistente en una búsqueda permanente que se sustenta tanto en el plano del conocimiento de la realidad como el modo de interpretarla. En cualquier caso, Paloma Fernández Gomá ocupa un lugar de honor en el panorama de las letras , “un lugar substancial” como acertadamente acuñó José Ángel Valente al referirse a la palabra poética. Palabra que en el caso de nuestra autora siempre ha buscado la belleza y la plena significación de los saberes. Paloma oscila entre la intuición y la expresión intensa, la natural conexión entre el interior y el hecho social. En definitiva, la palabra de Fernández Gomá discurre por un proceso permanente de búsqueda hacia la propia conciencia poética cuando no hacia el propio desempeño del oficio de la poesía. La profesora Remedios Sánchez retoma la “fraternidad universal”, reflejado en el Manifiesto de Humanismo Solidario, como eje crucial de las voces poéticas que lo conforman. De esta suerte, Paloma Fernández Gomá intenta a través de los versos buscar la solidaridad en la sociedad actual. Con una llamada intimista de profundo lirismo. En el despliegue de Las edades del alma, el pensamiento, la formulación de un lenguaje sugerente y descriptivo de inmediato nos cautiva. Claudio Rodríguez decía que la poesía era sobre todo participación y, la autora madrileña establece esa participación entre las edades, las almas, las cosas, la experiencia y las sensaciones poéticas. En gran medida y siguiendo la línea argumental del genial poeta castellano, hay que aceptar cierta idea de sentido moral del arte, la consideración de que la piedra de toque del arte y de la poesía tomadas como disciplinas creativas y de participación no es otra que su alma, lógicamente, en su sentido amplio, no como hábeas doctrinal o interpretación restrictiva de la realidad. Muy al contrario, como núcleo humanista solidario, ético y clarividente destinado a la mejora del ser humano. En todas las estancias o niveles de Las edades del alma, aparece la solución poética de la imaginación, acaso una sinfónica línea de correlaciones donde “el alma en su plenitud más extensa/explora sus límites en el azogue/reflejando un haz de penumbras/o la nave que proyecta/ un futuro de zozobra”. Es por tanto, un recorrido por esos siete niveles que el alma recorre  desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte. Siete niveles y dos composiciones como “Es el alma el fruto de alimento” y “Será el origen del alma engendrado”, además de unas pertinentes aclaraciones filosóficas de Platón, Quinto Tertuliano, Demócrito de Abdera. Para que no queda duda, la propia poetisa nos describe Las edades del alma como un libro de una íntima introspección, que se pregunta por una existencia más allá de la materia, donde el alma o la dimensión espiritual del hombre se manifiesta desde sus comienzos y va haciendo un recorrido por los diferentes niveles de la existencia, hasta nuestro final. Por consiguiente, es un poemario que encuentra un equilibrio natural y envidiable entre el concepto filosófico y la imagen poética, la naturaleza humana y su anhelo por hallar su espacio, la manifiesta espiritualidad que late a lo largo de sus versos y una trascendencia que va más allá de la promesa o la quimera. En una acertada reseña, publicada en Abril 2016 en la revista Ace, José Cenizo Jiménez escribe: “Es un recorrido por lo ya conocido como “siete niveles o edades del alma”, y también están de trasfondo y referencia las moradas del alma de Santa Teresa: la devoción y la búsqueda del alma; el proceso de purificación; la prueba de sinceridad hacia Dios; el principio de la presencia viviente del Espíritu Santo dentro del alma; la Santidad; la Santificación; la Unificación. Así que hay mucho de filosófico, de espiritual, de religioso en el planteamiento de la autora. Siempre, eso sí, convertido en lírica. Así, en la obra pasamos de nivel en nivel, con un léxico que denota esta evolución temporal y espiritual. Primer nivel: nacimiento, origen, vida. Segundo nivel: ostracismo, yugo, entrega, fruto. Tercer nivel: naturaleza, tiempo. Cuarto nivel: devenir, tempus fugit, Ubi sunt. Quinto nivel: tiempo de los tallos, luz y sombra, en una visión pesimista, egoísmo, quietud. Sexto nivel: Karma, la paradoja de las cenizas, reconciliación. Séptimo nivel: la verdad del último instante, almas en desasosiego, edad madura, hojas marchitas, hora póstuma”. Lo poético da alas al alma y a la vez edades que hallarán cimentación en la recurrencia literaria universal por excelencia, el tiempo. Es evidente que las huellas clásicas encuentran nueva savia en los versos de Paloma Fernández Gomá. Así, la Poética de Aristóteles que reflexiona sobre la obra poética, y de manera especial sobre los vínculos entre el drama y la historia, encontrarán aquí una imagen del alma como escritorio, tan bella como impactante: “Será el origen del alma engendrado/en un soplo de máxima abstracción/ que posibilita el goce eterno/o un tormento sin límite”, leemos en el último poema. Pero más visible se muestra esa alma como lugar de inscripciones en el penúltimo poema, que retoma además la consideración aristotélica, en virtud de la cual, el alma es “la primera entelequia de un cuerpo físico organizado que posee potencialmente la vida”: “Es el alma fruto del alimento,/oculto sustrato que permanece/entre los genes apaciguando edades”. Como lector interesado, tengo la impresión que esa imagen del alma escritural es  el eje central del libro, con la consciente voluntad de enmarcar allí el ensueño. Una imagen de alma escritural que no significa en absoluto la tabula rasa, muy al contrario, la poetisa va configurando su propia tradición literaria, que bien podría iniciarse con el principio, la creación en el libro El Génesis, citado repetidas veces, hasta llegar al Cantar de los cantares, libro de los libros y que de manera automática nos remite a la esencia humanista de Fray Luis de León. Por lo demás, la obra poética de Paloma Fernández Gomá ocupa ya un espacio consolidado en el amplio y frondoso panorama de la poesía.

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